Se lanzó al vacío y cuando chocó contra el asfalto se rompió en mil pedazos. De su interior salió otro yo, nuevo, más diminuto, más reluciente, mucho más optimista, podría decirse a simple vista. Se desperezó, incluso bostezó como si acabase de dormir una larga siesta. Se sacudió los restos de su antecesor y después se marchó caminando, silbando una extraña melodía, dejando de lado a cientos de miradas horrorizadas.
© Richard Archer - 2010 (Todos los derechos reservados)
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