Se puso de pié y desabrochándose la camisa metio su mano en forma de cuenco por debajo de su axila. Movió el brazo con energía de arriba a abajo mientras una preciosa marcha fúnebre sonaba desde su cuerpo; era tan intensa, tan bella que todos los allí presentes rompieron a llorar... bueno, todos menos el muerto claro está.
© Richard Archer - 2010 (Todos los derechos reservados)
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