miércoles, 28 de abril de 2010

ELOISE

Y la luz entró por la ventana como un portentoso rayo blanco; era como si Dios, en esos momentos, estuviera apuntando con un dedo acusador a lo que sucedía dentro de aquella habitación. El rostro de la fallecida, tendida sobre su cama, se iluminó, otorgando a sus cadavéricos facciones un brillo especial. Todos los allí presentes, buenas y malas personas, bajaron sus miradas en un gesto de mutuo respeto.

© Richard Archer - 2010 (Todos los derechos reservados)

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