lunes, 10 de mayo de 2010

Z.B.E

El tipo trajeado desde sus zapatos al cuello ajustado de su camisa entró en un banco con desmanes arrogantes. Era un cliente menos importante de lo que él se creía. Se sentó sin avisar en el despacho de un tecnócrata y mirándole fijamente dijo:
-Todo.
-No le entiendo.
-Quiero sacar todo.
-¿Todo?
-Los 30.000 € que tengo.
-¿Ah?... Espere.
El hilo musical era de un aburrimiento terrible y la decoración era muy pero que muy decadente. Como mínimo le faltaban unas capas de pintura. El tecnócrata volvió.
-¿Y bien?
-Acompáñeme.
Educadamente le acompañó a uno de los sótanos y el tecnócrata al cerrar la puerta se convirtió en un repugnante zombi. El tío trajeado aún no se había enterado de lo que ocurría.
-¿De qué va?
Los ojos del tecnócrata salían de sus ofuscados agujeros y las mandíbulas exparcían babas, olía condenadamente mal.
-¿Qué le pasa? ¿Ah qué viene ésto?
-Vamos a darle su dinero, venga, por favor.
Los desmanes del arrogante fueron suavizándose y empezó a sentir un poco de miedo.
-¿Es necesaria tanta oscuridad?
-Nos molesta la luz.
-Pero fuera había.
-Sí, debemos cuidar las formas.
Le llevó a unas rejas que las abrió con un mando y continuaron bajando a nuevos sótanos. Finalmente llegaron a un lugar lúgubre con una niebla inerte en donde se intuían tumbas. El tecnócrata zombi abrió una lápida y extrajo una maleta medio podrida.
-Tenga.
-¿Qué es esto?
-Ábrala, es su dinero.
-Abrió la maleta fétida y vio un fajo de billetes de 500 €n que todos juntitos sumaban hasta 30.000 €.
-Cuántelos.
El arrogante fantasmón trató de contar los billetes de su dinero que había depositado en los tiempos de vacas gordas, dinero podrido procedente de negocios raros. Al contarlos notó que se le desacían en sus manos, se volatizaban ¡buuf! La maleta quedó vacía, el dinero, su dinero también era también una ilusión.
-¿Y mí dinero?
Educadamente el zombi tecnócrata se le lanzó a la yugular y con sus restos de dentadura le arrancó un trozo de su apreciada vena aorta. El arrogante y trajeado cliente por instinto trató de tapar la hemorragía gritándole.
-¡Hijo de puuta!
De las paredes oscuras y llenas de telarañas salieron más tecnocratas educados y comenzaron a morderle.
-¡Hijos de puuta! ¡Hijos de puuta!
Entre todos le arrancaron un brazo, después el otro, uno de ellos se hizo con la cabeza en una salsa desagradable de sesos y vísceras del apreciado cliente de los cojones. A quién se le ocurre pedir todos los ahorros a un banco zombi. Desde luego hay que ser capullo.
Los zombis volvieron a la superficie. Justo al salir y sin que nadie entendiera el por qué, volvieron a una apariencia normal. Volvieron a su trabajo normal. A su educación y distancia normal del manual de banqueros respecto a sus clientes. Hasta que llegó otro capullo más arrogante y enterado que el anterior, éste quizás un poquito más gilipollas.
-He oído en la tv que es mejor sacarlo todo.
-¡Ah qué se refiere?
-Lo vi y he decidido hacerlo. Todo va.
-Bien, pues acompáñeme.
Y ahí se fueron a las catacumbas del Zombi Bank Expres, el tecnócrata con su cliente, sin este saber lo que se le venía encima. Cosas de la crisis....

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