martes, 11 de mayo de 2010

SUEÑO IMPOSIBLE

Todo empezó aquel día, aquel maldito día en que miradas y confusión tuvieron un mismo sentido. Sé muy bien qué fue lo que ocurrió pero no tengo una idea clara del momento en que empezó todo aquello. El paso del tiempo ha convertido cualquier vestigio de recuerdo en sensaciones borrosas y practicamente indoloras ya al roce con la piel. Lo único que sé es que al contacto con su mirada la historia tomó un rumbo distinto, un rumbo almibarado y agridulce que nunca pensé que pudiera ser compatible con mis viejas botas camperas ni mi temperamento de hormigón.
Corría el año 1990, primavera para ser exactos y mis piernas empezaban a notar la punzante fatiga provocada por el calor. Decidí tomarme un descanso y como venía siendo habitual al llegar a aquella altura de mi camino hacia casa, entré por un momento a la biblioteca del barrio a poner al día mi mente de desgracias cotidianas. Disfrutaba ojeando rapidamente los periódicos que descansaban sobre la mesa rodeada de entrañables abuelos de expresión rugosa envejecida por el paso de los años. Después de tanto tiempo de pasear por allí mis rutinas ya conocía a algunos de mis convecinos y a pesar de mi distanciamiento habitual, había conseguido intercambiar miradas y sonrisas con ellos a cambio de diarios y revistas que quedaban fuera del alcance de mi mano. Sin embargo, aquel día iba a ser distinto a todos los demás. Absorta en mi propio desfallecimiento me desparramé en aquel sillón de skay lleno de cortes y espuma descolorida y acompañando mi movimiento con un resoplido, me incorporé a coger uno de los noticiarios de la jornada.
- ¡Espera, espera! - Me espetó una voz desde la espalda. Frené mi gesto y levanté las palmas de las manos en clara señal de no ir a avanzar más.
- ¡Shhhhhhhh! ¡No grites!
- Perdona... Es que necesito ojear ese periódico ¡Ahora mismo! A ver, a ver...sí ¡aquí está! Han admitido mi estudio para el programa de becas del Estado! Bien!”
- Caray... No sé qué te traes entre manos exactamente pero suena más que bien, así que mi más sincera enhorabuena.
- Uy, perdona... Con la emoción ni siquiera me presenté ¡Lo siento! No suelo aparecer de este modo ante la gente... A ver, empecemos entonces... Me llamo Mike y tengo entre manos un estudio sobre la relación entre masa y distancia molecular en las partículas del carbono que espero ayude a la investigación de nuevos y más ecológicos materiales para la construcción de aeronaves ligeras. Ya sabes, aquellas cosas que sólo nos parecen interesantes a unos pocos y terriblemente insoportables al resto de los mortales.
- No te preocupes... - Le contestó su contertuliana soltando una carcajada. - Lo cierto es que a mi me pareces interesante. Bueno, ya me entiendes.... el estudio quiero decir.... Me llamo Janet y también tuve una profesión que me llenaba.. pero bueno, ahora eso es sólo mi pasado. Ahora simplemente soy Janet y suelo estar aquí a estas horas todos los días del año.
- Pues genial Janet! Creo que a partir de ahora nos veremos a menudo. Voy a tener que venir a consultar datos y más datos para el estudio. Incluso podrías echarme una mano si te apetece...
- ¿Eh? ¡Ups! ¡Hmmm! Vale, suena bien. Espero saber hacerlo.
- Pues claro mujer... - Le respondió restándole importancia - No tiene ninguna ciencia y se nota a la legua que eres una chica lista. Seremos un buen equipo... ¡Seguro!”.
Ahí empezó una larga secuencia de horas en las que disfrutar de su compañía a tiempo completo. Horas cuyos minutos parecían multiplicarse ante tanta intensidad de vivencias encadenadas. Cada día acudía a la vieja biblioteca con actitud impasible, como cabía esperar de una chica que se preciara y cuanto más de una chica dura como yo. Me sentaba pacientemente en mi viejo sillón y contaba cada segundo que me separaba de Mike. Cuando su mano rozaba mi hombro por la espalda en un simple aviso para hacer notar su presencia, todos los poros de mi piel se erizaban y debía hacer un gran sobreesfuerzo para sonreír como si nada pasara. Sin embargo, por debajo de mi camisa entreabierta mi corazón latía con fuerza, con tanta fuerza que a ratos me obligaba a callar y esperar a que las palpitaciones bajaran de intensidad para evitar hacer audible mi intermitente jadeo nervioso. Le saludaba cada mañana con un par de besos. Quizás podría ahorrármelos, es muy posible, pero no quería ni tan siquiera planteármelo. Acercar mi cara a su mejilla y sentir el perfume varonil que desprendía su cuello era todo cuanto podía desear para ser inmensamente feliz y desear con todas mis fuerzas que aquellos sentimientos que estaban creciendo en mi interior pudieran ver la luz algún día. Pero yo sabía que aquello no tenía sentido y me auto obligaba a disimular cada uno de mis instintos. Mike era un proyecto de científico y su vida no tenía sentido alguno sin sus investigaciones. Vivía por y para ellas y a ellas dedicaba toda su atención y su tiempo. En cierto modo, estaba casado con ellas. Tarde o temprano el teléfono sonaría para confirmarle esa tan preciada plaza en Manhattan... y se iría para siempre sin dudarlo. A su lado, yo parecía tan, tan tonta y él era tan, tan especial...pero lejos de molestarme, esa sensación me llenaba de orgullo. Realmente lo admiraba, lo adoraba, le quería con toda mi alma y cada minuto que pasaba mi sentimientos hacia él crecían y crecían en una carrera sin final. Podía haberme ido simplemente, desaparecer sin más. Al fin y al cabo aquella era una batalla perdida en la que no podía permitirme el lujo de intentar jugar ni una sola baza. Pero no tenía valor, hubiese sufrido demasiado con su ausencia y amarle en silencio me hacía tan, tan, tan feliz...así que preferí conformarme con tenerle cerca y contar con su sonrisa de cada mañana que llenaba de luz cada rincón de mi insulsa persona.
Los días fueron transcurriendo y las imágenes fueron quedándose grabadas en mi retina una tras otra. Miradas de aprobación, sonrisas de complicidad, risas atenuadas por alguna que otra llamada de atención, manos y más manos rescatando pesados libros de los estantes de ciencias...tantas y tantas cosas compartidas. Sin darnos cuenta y a fuerza de ir conociéndonos, los trabajos más tenaces fueron dando paso a combinaciones peligrosas con confidencias mucho más personales y a comentarios sobre nuestra vida ó sobre nuestros sueños.

(Continuará)

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