lunes, 10 de mayo de 2010

ELOISE/ SESIÓN # 1

- Hola Eloise, soy el doctor Stephens. - El hombre se acercó a la joven y le tendió la mano
- Hola doctor. - Ella le correspondió el saludo con un endeble apretón. Acto seguido él se sentó en su silla, abrió la carpeta con el historial y comenzó a repasarlo.
- En primer lugar: ¿sabes por qué estas aquí?
- Sí, porque estoy poseída. - dijo sin tapujos.
- Eso no es cierto. - Contestó el hombre levantando la mirada. - Los demonios no existen, sabes muy bien que son producto del miedo o de la imaginación.
- Bueno pues entonces estoy aquí porque estoy loca.
- Eso tampoco es cierto. Verás, estas aquí porque tienes un trastorno que no puedes controlar y que si no lo remediamos entre todos puede causarte la muerte.
- ¿Se refiere a la anorexia?
- Si
- Ese no es mi trastorno Doctor. - Le aseguró sonriendo de lado. - Ese es sólo un síntoma secundario.
- ¿Síntoma secundario?
- ¿Sabe por qué no como? ¿Sabe porqué cuando me obligan a comer lo vomito todo? ¿Sabe por qué escondo laxantes para no tener las tripas llenas ni engordar ni un ápice? - inquirió ella de forma un tanto brusca - Pues se lo voy a contar: En realidad es algo muy sencillo, hasta es posible que se muera de la risa una vez lo sepa... Verá, el demonio que me posee es gordo, sí, es un demonio con volumen que necesita hacerme comer para ir cabiendo más y más dentro de mi. Él sabe que corre peligro. Que si adelgazo puede sobresalirse y escaparse de mi cuerpo. Por eso me hace comer y estar gorda. Es un demonio muy listo ¿sabe? y como todo demonio te engaña haciéndote creer que no existe... pero este es mucho más sutil, éste entra en tu cuerpo a través de aquello que más necesitas, el alimento, concretamente con cosas que te apetecen... Puede transformarse en algo suculento ya sean dulce o salado, seco, liquido o blando; algo que cuando lo ves no puedes evitar ir a comprarlo y metertelo en la boca para así saborearlo durante unos segundos. Pues bien si lo haces ya estas perdido. Una vez dentro tuyo se te aposenta en tus tripas y te hace su esclavo. Créaselo o no pero yo lo oigo gemir dentro de mi barriga, cada noche. ¡Esa horrible! Pare el llanto de un bebe desconsolado. Sólo se le puede calmar dándole de comer... pero por supuesto si lo haces sólo funcionaba a medias. Al cabo de unas horas te vuelve a insistir, a pedirte más y más... ¿Y sabe por qué? Porque estaba creciendo por momentos y necesita mas espacio en su alrededor. ¿Sabe como lo descubrí?
- No, pero si deseas contármelo...
- Pues muy sencillo: Un día me miré al espejo y lo que vi no me gustó. Estaba inmensa, redonda, pero por algún motivo alguno sabía que aquello no era mi cuerpo. Era como un traje mal puesto. Me pesé y sucedió lo mismo. Tampoco era mi peso. Era como si alguien me hiciera trampa poniendo su pié sobre la superficie de la balanza... No me reconocía, a pesar de ser yo. Fue entonces cuando comencé a darme cuenta de que algo funcionaba mal.
- Bueno hasta aquí todo correcto, pero Eloise pero de eso a pensar que estabas poseída...
- No se precipite Doctor. Descubrí que estaba poseída y que tenía en mi interior a un demonio gracias a Internet. Encontré una web que hablaba de él. Se llama Beelzebú y es conocido como El Demonio de la Gula. Se trata de un ser antiquísimo, universal, conocido con varios nombres en diferentes culturas. ¿Sabía que Beelzebú es el asesor gastronómico del Diablo?
- No, no lo sabía.
- Para que luego digan que Internet es una buena fuente de conocimiento. - Apuntó con una acusada sonrisa. - Bueno y eso no es todo. - Prosiguió la joven. También me di cuenta de que no era la única persona poseída. Otras chicas y chicos como yo estábamos en la misma situación. Contacté con un grupo de ellos que aseguraban estar logrando dominar su situación. Vamos, expulsar a Beelzebú de su cuerpo. Se ayudaban los unos a las otros a exorcizarlo. Decían que una buena forma era vomitarlo, pero también había quien aseguraba poder eliminarlo a través del sudor o expulsándolo a través váter... ya sabe cagando. Conseguí citarme con uno de ellos. Una chica, Claire se llamaba... Claire Saint Michele, casi vecina miá pero de abuelos Canadienses.
- Se de quién me hablas. Fue paciente mía. ¿Sabes que falleció el noviembre pasado? Apenas pesaba unos treinta kilos.
- No, no lo sabía... - Se hizo un breve silencio. Eloise miró al techo tratando de contener el llanto. - Es curioso, vivíamos relativamente cerca, el mismo numero de años, con la misma edad y nunca nos habíamos cruzado por la calle. Supongo que debido a que ella iba al colegio Baptista Piedmont de Winston-Salem y yo al instituto del barrio sur como el resto de negritas de Greensboro. Clarie y yo nos citamos una única vez. Fue una tarde en el Center City Park. Claire es... era una chica muy guapa. Estaba delgada sí, bastante, algo demacrada, tenía unas grandes ojeras que quería disimular con maquillaje pero ni aun así lograba eclipsar su belleza. Era guapa, si señor. Mucho. Paseamos un rato. Le conté mi caso y luego le tocó el turno a ella. Le parecerá ridículo. o supongo que ya lo sabe a través de alguno de sus informes, pero me dijo que Beelzebú se le metió en el cuerpo en forma de magdalena de chocolate con sirope de cereza. Que curioso porque yo comencé a sentir su presencia tras haber comido una magdalena semejante pero en vez de cereza tenía con un trozo de almendra de macadamia en la punta... Bueno, Clarie me comentó que no dijese nada a nadie sobre el asunto, que lo primero que tenía que hacer era comenzar a matar a Beelzebú de hambre para asi expulsarlo de mi cuerpo. Me recomendó que comiese muy poco, lo justo para no desfallecer, tenía que luchar por lo que tenía que alimentar mi cuerpo para ganar esa lucha, pero no había que darle más de lo que necesitara. Me rogó que no hiciera caso de los gritos, esos que surgían de mi barriga, tampoco de los golpes, los desgarros y el dolor. Sobre todo me insistió en que no se lo contase a nadie. Me dijo que no me creerían. Ni siquiera mi propia madre, por mucho que me dijese ella que me amaba con locura. Según Claire todos estaban compinchados con Beelzebú para ayudarle a alcanzar su fin. Tendría que ser fuerte y dominar sus poderes. Ese era el paso más importante. Así que le hice caso y luché y luché. Tiraba la comida que me daba mi madre o se la daba a escondidas al perro. Los dolores eran lo peor, pero sabía que iba ganando la guerra porque mi cuerpo se iba reduciendo y Beelzebú perdía su poder. Notaba como a cada kilo que perdía él sobresalía más y mas de mi. Luego me estanqué. No podía bajar más. Oía como se reía en mi interior como se burlaba de mí haciendo sonar mis tripas, apretándolas, retorciéndolas así que decidí dejar de comer la parte que necesitaba para sobrevivir. Si mi madre me obligaba lo vomitaba. Ella ya sabía que escondía comida, ademas Rusty, el chucho de casa, había engordado como un tonel y eso era imposible con el pienso que le daba.
- ¿Y qué hizo tu madre?
- Tardó en reaccionar. No es fácil asumir que su hija está poseída...
- ... que sufre anorexia.
- Lo que usted diga... También es cierto. Ella tampoco sabia una mierda sobre Beelzebú por lo que es lícito pensar que mi problema se trata de la comida. Pues eso, creo que sentía vergüenza de mi. Siempre he sido algo rellenita. No la típica negrita grandes tetas y culo como un portaaviones. - puntualizó enseguida. - Pero si lo bastante voluminosa como para que no pudiera embutirme nunca un traje de modelo de pasarela. Fíjese, lo que son las cosas, ahora quepo casi en dos de ellos. - Comentó con ironía alzando un poco los brazos.
- No es para tanto. Mira Eloise no se trata de que yo me crea o no tu historia. Sino de ayudarte a que tu asumas tu problema de la forma más racional y que le pongamos solución. Como comprenderás pensar que un demonio invade cuerpos de chicos y chicas y los hace comer hasta cási explotar o, en su caso contrario, hace que ellos traten de expulsarlo de su cuerpo mediante técnicas poco apropiadas hasta morir me parece que carece de peso.
- Sí, ya se ustedes los psicólogos siempre tan racionales...
- Debo serlo. Es posible que el día que vea un demonio cambie de opinión. Te voy a contar una cosa que no debería. Algo relacionado con Clarie. ¿Sabes que ella nunca mencionó en los informes nada de posesiones ni de magdalenas habitadas por demonios?
- Ya le he dicho que ella no se fiaba de nadie
- ¿Y tu Eloise? ¿Te fiás de alguien? De momento me lo estas contando todo, cosa que te agradezco.
- No debería haberlo hecho.
- Creo que sí. Es lo mejor que puedes hacer en estos momentos. ¿Sabes cómo acabó Clarie?
- Muerta, ya lo ha dicho usted.
- Sí, ¿pero sabes como?
- No.
- La encontró una noche la enfermera Rowland en el suelo de su habitación, abierta en canal. Tenía las tripas al aire, esparcidas a su alrededor. Se lo hizo ella misma. Con uno de los barrotes de la cama que consiguió desmontar. ¿Sabes? Lo que más llamaba a la policía era su cara. Parecía como satisfecha.
- Lógico. Se había liberado de él. Ya era feliz.
- No, Eloise. - Contestó el doctor ofuscado.- No se había librado de él. En realidad era un víctima, había perdido un macabro juego. Un juego en el que tu también participas. Me creas o no yo también estoy de acuerdo contigo en una cosa.
- ¿En qué?
- Que la anorexia es un síntoma secundario. Desde el punto de vista facultativo lo es: Sensación de vacio interior, falta de autoestima... Pero déjame ir un poco más allá. También pienso que culpar al demonio es otra excusa, como una absurda historia que se cuenta la noche de Halloween. Pienso que aun hay algo muchísimo peor tras ello, algo pérfido que hace que personas como tu o Clarie se metan en un juego peligroso y acaben haciéndose mucho daño. Tienes que ayudar Eloise...
- ¿Ayudar? No lo entiendo...
- Sí, debes echar una mano y lograr desenmascarar a aquel o aquellos que utilizan la red para hacer daño.
- ¿Pero qué está diciendo? ¿Piensa que hay un grupo de personas que nos manipulan por Internet para que nos volvamos anorexicos? Oiga no sabe lo que dice... Aquí el loco es usted. - Eloise se levantó de su silla, furiosa .- No quiero seguir con la sesión. No debí de contarle nada. - Gritó. - Y ahora me maldigo por no hacerle caso a Claire.
- Espera Eloise... - trató el doctor de persuadirla, pero la chica desapareció del despacho corriendo por el pasillo.

(continuará)

© Richard Archer - 2010 (Todos los derechos reservados)

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